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A bote pronto

Benditos jugones

Benditos jugones

Tras un tiempo de asueto, desinteresado por todo y no inspirado por nada, regreso animado por el partido de mis dos equipos. Barça y Zaragoza. Zaragoza y Barça.

Cuando Capello y demás devotos de la austeridad futbolística, del 'amarrategui blues' que diría Montes, vieran la alineación del Barcelona en La Romareda, o bien se encanaron de la risa ante la locura de Rijkaard o bien palidecieron aterrados como un iraní al toparse con un marine. Ay, qué fácil es ser tonto. Uno venía dándole vueltas desde hace tiempo a la reunión habitual de esos que denominamos jugones: Xavi, Iniesta y Deco. ¿Y ahí quién defiende? Se preguntan algunos de mirada obtusa, esos a los que el miedo ahoga. ¿Pero un 0-0 da felicidad o qué? Al fútbol se gana marcando más goles que el otro, digo. Pues ataquemos. Los jugones atacan. Mucho y bien. Y defienden, sobre todo con el balón, pero también sin él. Y al final ganan.

La noria, como bautizó Mario al juego del mediocampo azulgrana, donde el balón y los hombres vienen, van y vuelven en armonía, de repente hierve y se convierte en pinball. La pelota rebota de un lado a otro en velocidad creciente hasta que tras varios descarrilamientos rivales la ves en las mallas. Y, además, con los aviones ya arreglados, cargados de combustible y en las pistas... ¿Aviones? Messi y Etoo. La metáfora la creó Andrés Astruells hace unas noches en El Larguero ("El Barça era un portaviones sin los aviones") y la adoptó pronto Relaño, padrino de ésta y padre de muchas otras. El Barça ya ha recuperado a los aviones y, con ellos, la velocidad de crucero. Quizá al Liverpool no le baste con no caminar sólo, sino como Forrest Gump, con una inmensidad detrás. Al fútbol juegan los jugadores. No las aficiones, ni los entrenadores. Aunque éstos sí te pueden joder sentando a los buenos.

 ¿Y el Zaragoza qué? Bueno, superado por el mejor equipo del mundo en una de sus mejores versiones. Que salió empanado, que regaló el balón, etc. Oiga, no, salió y se encontró con un equipo que es mejor. Le metieron dos, levantaron el pie del pedal derecho y marearon la perdiz. Si hubiesen necesitado más, la sensación es que los hubieran encontrado. Creo. Por qué resulta tan complicado para algunos, muchos, aquí entender que al fútbol juegan dos. No fracasó el Zaragoza, triunfó el Barça. Los matices a veces son una inmensidad. Pero a pesar del enjabonado que le dio el Barça, el Zaragoza se sostuvo en pie, zarandeado pero en pie. Como Ali ante Foreman en Kinshasha, pero esta vez Ali no culminó la heroica. Tuvo a la chica despistada varios instantes con el paso de la noche, donde pudo besarla y llevarla al huerto. Pero últimamente el Zaragoza se gusta con la muleta y se achica con la espada. Eso y/o el egoísmo de Ewerthon, que se ha apartado del rebaño y busca su propia gloria, la reivindicación o, por defecto, el suicidio. Muchos le ayudarían...

Los centrales volvieron a ser lo mejor del Zaragoza, mal síntoma para un equipo. Porque la gloria debe ser para los delanteros. Es así, no lo decidí yo. Salvo durante el acoso inicial, cuando la manifestación les llegó por sorpresa y en desbandada dados los guardias de cartón que eran los del medio, estuvieron firmes. Diogo había matado a Ronaldinho cada vez que se lo había cruzado por la calle, pero le tocó el avioncito Messi y le dobló todas las esquinas. Por inesperado o simplemente por diablo, lo volvió tarumba. Messi, uno de esos pocos jugadores que sabes lo que te va a hacer y siempre te lo hace. Lo puede escribir en mayúsculas, deletrearlo lentamente o cantarlo en un karaoke. Es tan simple como "oye, chato, voy a coger el balón y voy a correr con él". De bicis y tal, nada. Pero corre, vaya si corre. "Atrápame si puedes", que diría Di Caprio. Jugones, benditos jugones.

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